El CORAZÓN DEL INVIERNO

  El sol jugaba a tocar las hojas del otoño con sus rayos. En el bosque, muchos árboles ya habían regalado las suyas al viento y un gran colchón dorado daba calor a la tierra. Como se acercaba el invierno, los animales se preparaban allí sus camas calentitas.

Un día, de los últimos de otoño, paseaba por el bosque un niño muy abrigado con su gorro y su ponchito. Juntaba tesoros…hojas doradas, hojas marrones, algunas rojizas y hermosas semillas. Y sin darse cuenta, llegó muy adentro del bosque.

Todo allí parecía como un sueño…el movimiento del viento, la lluvia de hojas, los pájaros cantando suave y el aire que se sentía más fresco.

De pronto escuchó algo que nunca antes había sentido en el bosque. ¡ Una música! Pero no era el canto de un ave. Tampoco era el susurro del viento.

Con curiosidad caminó hasta llegar más cerca de ese misterioso sonido, y a su paso descubrió un gran árbol.

¿Será el corazón del bosque?

De la raíz brotaba el sonido y una luz dorada que brillaba en la oscuridad de aquel mágico lugar. Llegó hasta la raíz del árbol, se agachó y pudo ver, por una grieta de una vieja madera, algo maravilloso. Allí escondido, había un nuevo tesoro. Ahora la música sonaba más fuerte.

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¡Enanitos trabajando con herramientas diminutas! Todos era brillo de colores, cristales y piedras preciosas. Los enanitos usaban baldes, escaleras, pico y palas. Algunos alumbraba con sus farolitos, otros limpiaban las raíces y otros transportan bellotas.

¡Todo se veía tan pequeño! Por laberintos escondidos salían los sonidos.

Tan encantado estaba el niño que no se dio cuenta de que él también era observado. ¡El rey debemos enanitos lo descubrió mirando!

– Hola, niño de buen corazón. Miraste muy adentro y el sol te regaló este mundo escondido para que lo cuides con valor.

El niño se asombró al escuchar la voz tan serena y profunda del rey de los enanos.

– Cuida junto con nosotros el bosque.  ¡Sé nuestro amigo! Y si quieres, vuelve mañana y trae tu farolito- le dijo.

Cuando el niño llegó a casa, contó a su familia lo que había descubierto. Y juntos buscaron cañas, papel y una vela para construir un hermoso farolito.

Esa noche hizo mucho frío. Y el invierno lo saludó en la luz de las estrellas que brillaban con fuerzas.

El niño miró al cielo y recordó la luz de esos cristales como estrellas en el interior del árbol. Y se quedó dormido…con sueños dorados y plateados que la luna acunó.

Todos los días, al levantarse, caminaba hasta la cueva de los enanos donde aprendió muchos secretos. Secretos de los cristales, que guarda el frío invierno y secretos de su farol, que protege el calor en su interior.

El rey de los enanos fue quien contó al niño el gran secreto…

– » Guarda estos tesoros que son la vida en nuestro interior. Y recuerda nuestra música, que es también la de tu corazón.» El niño creció y se convirtió en un guardián de la vida del bosque. Fue un sabio y con sus manos buenos frutos cosechó.

Invitación a la fiesta de los Farolitos