
Iniciamos las clases en marzo llenos de expectativas y sueños, y al poco tiempo, nos golpeó esta situación inesperada de la pandemia y la cuarentena. Cada uno fue acomodándose a su modo, a su tiempo. Encontrando caminos. Cayendo, decayendo y volviendo a erguirse para avanzar. Cada familia fue encontrando sus nuevos ritmos y formas. Cada maestro fue reinventándose sin rendirse ante la adversidad. Y entre todos y todas no solo sembramos trigo, también sembramos nuevas esperanzas y cosechamos perlas inesperadas. Y nos extrañamos mucho: las sonrisas, los abrazos, cantar y rondar juntos. Pero también aprendimos a confiar en los hilos invisibles del misterioso destino. Y cerramos la primera mitad del año y aquel viernes, todo se llenó de luz.
Ahora nos queda un nuevo camino por recorrer, una nueva cima a alcanzar. Sin perder la esperanza, y confiando en que todo pasa, y esto también pasará.
Que encontremos la fortaleza y el coraje para seguir haciendo camino.
Más amor. Siempre es posible un poco más de amor.
Maestra Florencia