
Pintura de la maestra Antonella
La formación de una protección Psicosocial
Ute Cramer
(resumen hecho del artículo “resiliencia” del libro : Una alianza para la infancia)
Como adultos tenemos la meta principal de crear en el ser humano, en especial en la infancia, la capacidad de mantener su dignidad a pesar de los daños que se le puedan ocasionar, ya sea por la razones variadas que pueden suceder (presión escolar precoz, polución visual, desatención de sus cuidadores, entre otros).
Los niños reaccionan de manera diferente a las adversidades. Hay una hipótesis de pensar que en la vida de los niños que han superado grandes dificultades ha existido al menos una mirada y presencia de un adulto, un referente, una persona de confianza a quien el niño podía recurrir cuando tenía preguntas, miedos o aflicciones.
Es así como aparece en el mundo el término “resiliencia” como sinónimo de elasticidad, de resistencia a experiencias negativas, la resiliencia no es innata, es construida con el esfuerzo de cada persona que rodea al niño.
Construcción de la resiliencia
El periodo más importante es la primera infancia, (0-3 años) es un periodo preventivo, es aquí que se hace la construcción de una “piel psicosocial, como una armadura dorada” para el niño, claro que también a lo largo de la vida el hombre puede superar y transformar cuadros o situaciones de su infancia.
¿Entonces, cómo puedo favorecer el desarrollo de la resiliencia?
La persona de referencia: no siempre alguien de la familia es la persona de referencia que acompañe al niño y esto es cada vez más común, pero sí debe existir. Su labor será crear una envoltura, un nido cálido alrededor del niño, donde se pueda sentir recibido por el mundo.
Crear un ambiente acogedor: física y anímicamente donde los niños puedan sentirse rodeados, hacemos la comparación como si estuviéramos envueltos con una linda gama de colores suaves y acogedores.
Crear alrededor del niño un ritmo de vida: guiar y acompañar con toda nuestra mayor presencia estos momentos privilegiados (higiene, alimentación y sueño) esto genera seguridad de que estas necesidades físicas y anímicas esenciales están cubiertas con un gesto amoroso y cálido; comprendiendo la individualidad del niño de parte del adulto, sembrando la semilla de la esperanza en la vida.
Crear lazos entre el adulto referente y el niño: de esa forma el niño se conecta con la humanidad, juntos van compartiendo la visión de la vida y cómo poder dar soluciones creativas a las dificultades que se puedan presentar, seguramente habrá una fase inicial de ayuda que, progresivamente a lo largo de la vida, se va convirtiendo en autonomía.
Propiciar el jugar: un jugar creativo, en contacto con los elementos de la naturaleza, el niño va creando un buen vínculo afectuoso con los recursos de la naturaleza.
El arte: es una gran ventana para que el niño pueda expresar su ser íntimo y sanar lo que necesite, se conecta consigo mismo. (acuarela, pintura con pastas de colores, arcilla, cera de abejas, etc)
Los cuentos: alimentar en el niño su inteligencia espiritual, con narraciones que vayan de acuerdo a su etapa evolutiva, cada edad tiene necesidades diferentes. Estas narraciones son portadoras de verdades profundas que el niño reconoce y van siendo semilla para su ser, el niño va conectarse con aspectos que van más allá de lo visual.
Queremos entusiasmar a los adultos para crear esta tan necesaria envoltura de luz y protección. Seguramente nos veamos actualmente en escenarios donde necesitamos fuerzas extras de perseverancia, confianza en los procesos, tolerancia. Debemos ayudarnos como adultos referentes unos con otros, con amor y en libertad a crear ese sostén interior, crear una alianza en pro de la niñez.