
El espacio exterior de nuestro Jardín ofrece a los niños pequeños todo lo que necesitan. No hacen falta juegos sofisticados ni complejos, basta con un recipiente, tierra y agua para que su imaginación comience a volar y nos sorprendan con castillos, puentes o ricas tortas.
A veces los adultos olvidamos lo beneficioso que es para ellos estar al aire libre…
*El estar afuera provee a los niños de más espacio, de que puedan trepar, andar sobre troncos, jugar de forma no dirigida. Es saludable si desde pequeños pueden vivir desde la piel esa experiencia.
*Son el proceso y los cambios constantes que experimentan los niños en su juego, los que desarrollan sus órganos internos y sus habilidades para relacionarse.
*El barro, la tierra, la arena y el agua no tienen formas definidas, tienen la habilidad de cambiar constantemente y son nuestros aliados a la hora de colaborar en el desarrollo de estos órganos en formación; por ellos los niños se nutren y crecen.
*Ensuciarse es un signo de salud. No hay juguetes con forma, ya sea de madera o de plástico, que puedan competir con lo que nos ofrece la naturaleza. La seriedad con que los niños juegan y la concentración profunda, hablan por sí mismos, demostrando cuán importante es “el juego”. Nadie tiene que pelear por nada, hay barro para todos.
*La lluvia es maravillosa y los charcos de agua son, en sí, un buen espacio de recreación si la ropa del niño es la adecuada. Es imprescindible que el niño pueda moverse libremente y que la ropa sea impermeable, ésta le permite al niño jugar sin preocuparse de si se va a mojar.
*Si queremos proteger a la naturaleza desde la niñez, debiéramos tener una buena y estrecha relación con ella.
Párrafos extraídos de “Nokken” Helle Heckmann.