Hay vínculos que trascienden el tiempo y el espacio. Hay personas que son de y para siempre. Hay personas imprescindibles, que transforman lo perecedero en infinito. Que materializan lo más sutil y espiritual, le ponen pies y alas. Personas que ven y confían en el bien que cada uno porta por su naturaleza humana. Que le sacan lustre al barro.

Me mostraste que mis ideales eran posibles de vivir cada día. Que podía trabajar de lo que amo y amar mi trabajo.

Que la educación es el camino de transformación más sublime. Que sólo a través de mi propia transformación podía ayudar a otros en su propio camino.

Que los niños no mienten.

Que todos los niños tienen un destino y por algo vienen a nuestro encuentro.

Me mostraste que cada verdad es válida y expresarse con sinceridad, es amor.

Nunca reparé en tu edad, porque siempre fuiste un alma joven y siempre me trataste como un par. Discutimos mucho, discernimos cuando estudiábamos, pero nunca me sentí subestimada. ¡Y te fuiste doblándome en edad! Y si bien el envase perece, tu espíritu se mantuvo alegre, vital, contemporáneo.

Me mandaste a trabajar al jardín, no me diste opción, yo no quería. Fueron 15 años maravillosos.

Me dijiste que tenía que tomar un grado. Yo no me animaba. Nunca estoy a la altura de las circunstancias. Siempre confiaste.

Me hablaste del Arcángel Micael  y su misión, mientras te pintabas los labios con el rouge que llevabas en el bolsillo de tu delantal.

Hoy tu escuela también es mía.

Tamaña herencia, Elena.

Mi gratitud es infinita. Mi alegría también.

Los ángeles repartiendo fuerza, los arcángeles valor, luz de la sabiduría nos regalan los Arcai…

Y Elena… ¿Estarás repartiendo caramelos, canciones, colores?

Erika Soledad Freiría

19/08/22