Efemérides

 

Por la maestra ayudante Juana Ferguson, ex alumna de nuestra escuela

 

Fue hace mucho, cuando los serenos cantaban las horas en las plazas de los pueblos. Se oían las campanas que llamaban a reunirse en las iglesias, y los caballos eran los transportes más usuales. 

Hubo un hombre, Juan Manuel de Rosas, que con pocos hombres que lo seguían, luchaba contra aquellos que pretendían por la fuerza controlar nuestras tierras. 

Hacía mucho que los hombres y mujeres de estas tierras no se ponían de acuerdo, es cierto, nos peleábamos mucho. Digo nos, porque yo también fui parte de eso, no soy tan vieja, ¿tampoco lo parezco no? pero como yo nací acá, y acá aprendí a andar en bicicleta, y acá me raspé las rodillas, y me enamoré por primera vez… también me siento parte de lo que ocurrió hace mucho. 

En fin, estábamos con Rosas: eran pocos nuestros barcos, tampoco había muchos cañones, pero sí había razones para estar juntos, “esta tierra es nuestra – dijeron aquellos hombres-  seremos nosotros quienes decidamos cómo vivir en ella”. 

No hacía mucho tiempo que le habíamos dicho al rey español que no hacía falta su gobierno, que acá no queríamos ni tronos ni coronas. Por eso, ese día con Rosas al frente, los hombres se acordaron de aquello, desde los poquitos barcos gritaron: somos soberanos de nuestra tierra. Y así la defendieron y así la protegieron. 

A partir de ese día, ese grito recorrió cada rincón de este país, el nuestro, y miren que después no fue fácil, eh. Si no era un rey, eran barcos; si no eran barcos, volaba cruzando el cielo un cóndor gigante que quería comer de nuestros campos. Y acá abajo, nosotras, nosotros, nos acordamos de aquellos hombres que desde barquitos chiquititos gritaban que la soberanía sobre estas tierras era nuestra. 

Y después ya saben, las abuelas se lo contaron a sus hijas, y éstas cuando fueron madres se la contaron a otros niñes. La historia de cómo luchamos por nuestra soberanía, en la tierra del ceibo y el hornero.