
Las fiestas y celebraciones son una parte fundamental de nuestra vida escolar. Regidas por las estaciones del año son eventos muy significativos para el desarrollo de valores que nos constituyen como seres humanos espirituales.
Experimentar el paso del tiempo en relación a las festividades estacionales nos permite recibir la maravillosa oportunidad de acompañar a la Tierra en su rítmica respiración.
Al vivir las fiestas, acompañado por adultos que buscan el fondo espiritual de éstas, el niño recibe un tesoro que lo enriquece para toda su vida.
En el caso de la Pascua, es la fiesta que trae la alegría de la resurrección, del cambio interior, de la nueva vida que se anuncia como esperanza para el hombre. En el hemisferio sur está llegando el otoño y la vida sigue existiendo a pesar del frío. La vida espiritual está presente como fuerza aunque en el mundo de los sentidos se presente como muerte.
Durante esta época con las actividades del ritmo diario, el niño es llevado, a través de las imágenes, a vivir el proceso de transformación con ejemplos tomados de la naturaleza que nos muestran estos procesos de declinación y maduración: la semilla se hunde en la tierra y después germina, por ejemplo.
Compartimos con ustedes este hermoso cuento que podrá acompañar a los pequeños en esta semana de Pascua de Resurrección.
Maestra Sabrina. Jardín
UNA HISTORIA DE LA LIEBRE DE PASCUA
Érase una vez una familia de liebres de Pascua, el padre, la madre y los siete
hijos. El padre y la madre liebre no sabían quién de sus hijos iba a ser ese año la liebre de Pascua. Entonces la madre liebre tomó una cesta con siete huevos, y el padre liebre llamó a sus siete hijos y dijo al mayor:
-Toma un huevo de la cesta y llévalo al jardín de la casa donde viven muchos niños.
El mayor tomó el huevo dorado y se fue con él a través del bosque, cruzó el riachuelo, atravesó la pradera y llegó al jardín de la casa de los niños. Al ver que el portón estaba cerrado y quiso saltar por encima, pero dio un salto tan alto que el huevo se cayó y se rompió. Ésta no era la verdadera liebre de
Pascua.
Le llegó el turno al segundo. Éste tomó el huevo plateado, con el huevo plateado corrió con él a través el bosque, cruzó el riachuelo y llegó a la pradera. Entonces lo llamó la urraca:
– Dame tu huevo, dame tu huevo y te regalaré una moneda. Y sin que la liebre se diera cuenta ya se había llevado la urraca el huevo a su nido. Esta tampoco era la verdadera liebre de Pascua-
Ahora le tocó el turno a la tercera liebre, esta tomó el huevo de chocolate, corrió con él a través del bosque, cruzó el riachuelo, llegó a la pradera y justo entonces, llegó saltando de un pino alto una ardilla, puso grandes ojos y preguntó:
– ¿Está rico?
– No lo sé, lo quiero llevar a los niños.
-¿ Me dejas probar un poco?
La ardilla chupó un poco y, como le gustó tanto, siguió lamiendo, y la liebre lamió con ella hasta que todo el huevo había desaparecido. Cuando la tercera liebre llegó a casa, la madre liebre de pascua le tiró de los pelos de su morrito que aún estaban llenos de chocolate y dijo:
-Tú tampoco eres la verdadera liebre de Pascua.
Ahora era el turno de la cuarta liebre, esta tomó el huevo con muchas manchitas. Con este huevo corrió a través del bosque. Cuando estaba cruzando el riachuelo se paró en medio y se vio en el riachuelo como en un espejo. Cuando se estaba mirando, ¡Plaf! Se cayó el huevo al agua. Esta tampoco era la liebre de Pascua.
Ahora le llegó el turno a la quinta liebre, esta tomó el huevo amarillo. Con él corrió a través del bosque y antes de llegar al riachuelo se encontró con el zorro.
-Oye, vente conmigo a mi madriguera y enseña a mis hijos el huevo bonito. Los zorritos empezaron a jugar con el huevo, se cayó encima de una piedra y se
rompió. Rápidamente corrió la liebre a casa con las orejas gachas. Ella tampoco era la verdadera liebre de Pascua.
Le tocó el turno a la sexta. La sexta tomó el huevo rojo y con este corrió a través del bosque. Entonces se encontró en el camino con otra liebre. Puso su huevo en el camino y empezó a pelear con la otra. Por fin, la otra liebre huyó y cuando la sexta liebre buscó su huevo, lo encontró hecho migas. Esta tampoco era la verdadera liebre de Pascua-
Le tocó ya el turno a la séptima, la liebre más joven y pequeña. Ella tomó el huevo azul. Con el huevo azul atravesó el bosque. En el camino se encontró con otra liebre. La dejó pasar y siguió adelante. Entonces vino el zorro. La liebre dio un rodeo y llegó al riachuelo. Con unos saltos ligeros cruzó por encima del tronco. Vino la ardilla pero la liebrecita siguió adelante y llegó a la pradera. Cuando la urraca gritó, simplemente le contestó:
-¡Tengo que seguir!, ¡tengo que seguir!
Por fin, llegó al jardín de la casa. La puerta estaba cerrada. Ella dio un salto, ni demasiado grande, ni demasiado pequeño, y puso el huevo en el nido que le habían construido los niños.
Ésta era la verdadera liebre de Pascua.