Para acompañar la fiesta preparé una historia, que quisiera compartirles un poquito desde dónde nació, y así acompañar estas pascuas de la mano del proceso que compartimos en el cuarto grado:

Luego de cosechar el año pasado, este año comenzamos el proceso de la molienda. Hemos desgranado la espigas una por una, encontrándonos con muchos granos, semillas, que son “trigos en potencia”.

De todas esas semillas, esos granos de trigo, solo dejamos un frasco apartado que volverá a ser trigo. Las demás eran para moler. ¡Y cómo molimos!

La fuerza que la semilla guarda en potencia para volverse trigo, fue molida. Qué momento de inflexión en el destino! Ya no podrá ser sembrada ni volverse trigo.

Pero una vez que la transformamos en harina, aparece una nueva posibilidad: la de la fermentación , el leudado.

Para amasar el pan solemos usar levadura, pero no sería necesario si dejásemos a la harina volverse “masa madre”, levadura natural.

Al amasar el pan, el alimento, esta levadura hace que así como una semilla se convierte en muchas semillas, también el pan se multiplica en su tamaño por el leudado que vive en la semilla. Y así, toda esa fuerza que guardaba la semilla para ser trigo , ahora se entrega al humano, que se nutre de ella para trabajar en el mundo.

Maestra Rocío

Había una vez un trigal inmenso. Tan inmenso que cuando el sol se acercaba a la tierra en el horizonte no podía distinguirse qué era trigo dorado y qué era rayo de sol.
Entre los trigos dorados, había una semilla, que bailaba con el viento, recibía el calor del sol, y como todas las semillas, soñaba que de ella nacería una espiga entera que también sería como un rayito dorado de sol. 

Resulta ser que cuando llegó el fin de la primavera, aparecieron los campesinos y con sus hoces fueron cosechando el trigo, armando hermosas gavillas bien pomposas. Se llevaron las gavillas, las apalearon y separaron bien cada granito de trigo. 

Para sorpresa de la semilla, un día se fue junto a muchas de sus hermanas en una bolsita de tela, en las manos de unos niños que pasaron a buscarla por la casa de los campesinos.

Cuando llegaron a la casa de la familia, los granos de trigo fueron molidos, y se convirtieron en harina. Cuando la harina era fina, la semilla, ahora harina, sintió cómo se iba humedeciendo, y la amasaban hasta volverse una masa suave, que fue colocada en un bowl y tapada con un trapo. Así quedó, tapadita, calentita, durante tres días. Para su sorpresa, la semilla descubrió un poder que no sabía que tenía, comenzó a hinchar la masa, a levar. Luego fue horneada y se convirtió en pan. 

La semilla entonces descubrió, que su destino no había sido volverse trigo con su fuerza, sino regalar su fuerza al humano como alimento, y que ahora esas manos irían a trabajar con fuerza nuevamente en la tierra. 
Durante el cuarto grado, sembramos y cosechamos el trigo. En cuarto grado se realiza el proceso de la molienda. Se desgranan las espigas una por una, primero con la mano, luego apaleando, encontrándonos con muchos granos, semillas, que son “trigos en potencia”. De todas esas semillas, esos granos de trigo, solo dejamos un frasco apartado que volverá a ser trigo. Las demás serán para moler. ¡Y cómo se muele! Golpe a golpe de mortero se transforma cada grano en harina. 

La fuerza que la semilla guarda en potencia para volverse trigo, se muele. Qué momento de inflexión en el destino! Ya no podrá ser sembrada ni volverse trigo. 

Pero una vez que la transformamos en harina, aparece una nueva posibilidad: la de la fermentación , el leudado. Para amasar el pan solemos usar levadura, pero no sería necesario si dejásemos a la harina volverse “masa madre”, levadura natural. 

Al amasar el pan, el alimento, esta levadura hace que así como una semilla se convierte en muchas semillas, también el pan se multiplica en su tamaño por el leudado que vive en la semilla. Y así, toda esa fuerza que guardaba la semilla para ser trigo , ahora se entrega al humano, que se nutre de ella para trabajar en el mundo.