Por Prof. Liliana Romeu

El mandala
es el círculo mágico
que lleva al encuentro con
uno mismo
en un intento de ser mejor.

Hacer un mandala
es tratar de reunir
todos los aspectos
dispersos de la vida,
para hallar
un centro
y ordenarse
con relación a él.

Estamos en casa estos días, por mucho tiempo.
Estamos
en casa
mucho tiempo.
Danza de nuevos ritmos acompañan los días. Cada momento es importante y esencial.
Nuestra mirada atenta, nuestra actitud creativa, activa infinitas posibilidades de transcurrir las
horas inundándolas de calor, formas plenas de color, texturas y aromas.
Con el 8vo grado, dibujamos, nos ordenamos en un círculo mágico, imaginario, ocupando
el centro cada uno/a de su dibujo mandálico. Uniendo lo espacial con lo temporal.
Geometría que estructura y ordena nuestro mundo sensorio, invitándonos a un pensar claro y
libre.

Jugar concentrándonos, viviendo ritmo y melodía, respiración, mano, corazón, unidos , latiendo al
mismo son.
Creciente confianza y seguridad, entrelazando el mundo interior con el exterior.
Vinculamos, entonces, alimentos: físicos y anímicos.
Eligiendo granos, semillas, condimentos, en actitud sagrada de agradecimiento a la madre tierra.
Dejando registro artístico, dibujo y collage, reflexionamos sobre lo que comemos, lo que nos
aporta energía física y psicológica.
La belleza de lo simple, de lo que nos acompaña desde ese frasquito de vidrio en el mueble de la
cocina. Que nos nutre, nos trae recuerdos de esa comida compartida en familia, del estar juntos,
del disfrutarnos.
Culminado nuestro mandala, observamos:

lo bueno
lo bello
lo verdadero

Estamos mucho tiempo en casa,
el arte nos acompaña con su luz y calor.