
Cada año las exposiciones de los jóvenes del 12* me colman de regocijo.
Haberlos visto crecer desde mi lugar de maestra me permite conocer su trayectoria escolar y valorar aún más sus logros, percibir su esencia, intuir algo de la fuerza que traen.
Este año en particular le tocó a mi hijo y a sus amigos y amigas, y la alegría se multiplicó por conocerlos en la intimidad del hogar.
Emociona profundamente verlos tan ellos mismos, tan auténticos.
Y entonces agradezco, una vez más, a los profesores que supieron acompañarlos de manera auténtica y amorosa. Porque con su pasión por su trabajo, le brindan el calor necesario para encender su propia llama.
A sus maestros del primario que delinearon el camino henchido de belleza y veracidad.
A sus maestras de jardín, cuenco de amor incondicional.
A mi hijo por recordarme que cada día es una nueva oportunidad.
Y allí salen los fueguitos con sus verdades al mundo y sus preguntas atrevidas que tantas veces nos incomodan e interpelan.
Bienvenida juventud.
Erika Soledad Freiría, mamá de Tadeo Rodrigué.