LA CENA Y EL SUEÑO
¿Por qué  a los niños les agrada la comida recalentada del mediodía? ¡Porque con todos sus órganos ya conocen ese alimento! Por lo menos en el organismo sensorial, el niño está cansado y ya no tiene la fuerza de evaluar algo nuevo, seleccionar, gustar y digerir.
Por dicha razón, la cena debería ser simple y siempre muy similar al almuerzo, ofreciendo algo ya habido durante el día. Además, cobra validez a modo de regla de oro: rico en hidratos de carbono, pobre en grasa y proteínas. El pan, los productos de cereales, las papas, las verduras, las ensaladas, las frutas no demasiado ácidas, algunos de ellos conocido de manera especial, son bien tolerados, así como también la proteína y la grasa de productos lácteos, tales como manteca, crema, queso blanco y queso fresco. En el caso del queso cortado, el queso duro, huevos y carne o embutidos, frituras y horneados, o en el caso de productos adicionales tales como fosfatos, tenemos que atenernos a las consecuencias tales como sueño inquieto, sudor nocturno, apatía matinal o dolor de cabeza y finalmente inapetencia. Acorde a ello, podrán ser luego, el levantarse y el prestar atención. Frutas muy ácidas (cítricos o no-maduros) o ensaladas con vinagre, en casos individuales aún el arroz (como cereal claramente evacuador de líquido) pueden incentivar la eliminación en los niños durante la noche, conduciendo a una vejiga llena, con las consecuencias para el sueño del niño y de los padres. Todos estos trastornos pueden cobrar un efecto directo sobre el comportamiento social y la capacidad de la concentración.
La tendencia de la vida moderna, de comer durante el día únicamente snacks, fast food, alimentos dulces y livianos para recuperar con la cena, en calma todo lo no ingerido durante el día, es comprensible pero desfavorable ya para los adultos y es completamente inadecuado para los niños. Algunos adultos lo soportan únicamente con ayudas tales como  café, alcohol, medicamentos y nuevamente café por la mañana –  ¡nuestros niños tienen que arreglárselas sin esas ayudas!

EL DESAYUNO Y LA ENERGÍA
El desgano para ingerir el desayuno puede tener su  causa en la cena, pero puede tener asimismo orígenes diferentes: existen niños cuyas reservas de azúcar en el hígado les alcanza para poder pasar las primeras horas del día. Esto se evidencia en un buen rendimiento de la atención que llega hasta la próxima comida. La inseguridad y el temor frente al acontecer  a producirse  durante el día, en cambio, pueden ‘’estrangular la garganta’’, pueden agotar la saliva y los humores estomacales.
De todos modos, es aconsejable que los niños tomen algo antes de salir de casa: leche, té, café malta, jugo de fruta, galleta, bizcocho, granola y fruta, etc. son apropiados. Todo ello no debería ser muy frío,  más bien blando y líquido e ingerido con calma; pequeñas cantidades ya alcanzan. El estómago ya está ocupado y ocasionales enojos tempraneros  no caen sobre un estómago vacío, hecho que a veces puede conducir a una leve irritabilidad y una agresividad desproporcionada.
El ‘’desayuno imperial’’ propiamente dicho, es el segundo entre las 9 y las 10. A esa hora las funciones orgánicas han despertado y se hallan ávidas de acción. Sobre todo la bilis quiere entrar en actividad y para ello necesita el estímulo de alimentos vigorosos: grasa, proteínas , más bien salados y también en formas de digestión más pesada, tales como queso cortado, embutidos, huevo hervido o frito, pero también verduras y pan integral. Esta comida debería ser algo más abundante, para brindar una buena base  a las actividades de la mañana. De otro modo, comienza en algún momento el accionar procedente del ‘’vientre hueco’’, las reservas se consumen y cuesta regenerarlas. Sobre todo los niños se tornan apáticos al mediodía ‘’a través del hambre’’, nuevamente algo irritables, desganados, mal dispuestos, requiriendo algo dulce de manera penetrante, a veces carecen de fuerza para ingerir un buen almuerzo –comer y digerir requieren energía- deseando comer algo liviano y rápido, sobre todo algo ya conocido, algo que no presupone una actividad nueva para el gusto, algo que en lo posible ‘’atrae’’, tal como de modo excelente, lo logran el empaque y la publicidad.
Contra ello difícilmente puede oponerse la comida amorosamente preparada por la madre.

EL ALMUERZO IMPERIAL
El haber llegado al punto culminante del día, el mediodía, el niño del jardín de infantes también ha llevado a cabo tareas – aunque fuese en el arenero – y por otra parte queda mucho por hacer: el hambre se hace sentir, lo cual manifiesta la necesidad de proveerse de nuevas fuerzas. En ocasión de esta comida mayor, deberían estar presentes las cuatro orientaciones del gusto: lo ácido (promueve la alegría), lo salado (promueve el sentimiento corporal), lo amargo (ordena las fuerzas vitales), y lo dulce  (me siento dentro de mí mismo).
Lo ÁCIDO aparece en la salsa de la ensalada, y para el niño menor debería ser logrado preferentemente mediante la acidez láctea (por ejemplo yogurt ) y en medida menor mediante vinagre.
Lo AMARGO en la actualidad es más bien dejado de lado, y en la edad del niño pequeño solo tiene que aparecer de manera muy delicada: el agregado de una hoja de laurel en la cocción, o de alguna fruta, de enebro, una hoja de salvia o de estragón son suficientes para fomentar la sensación del estar satisfecho.
El hecho de que un componente SALADO debería hallarse en el almuerzo, se percibe con toda claridad cuando el mismo se saltea en alguna oportunidad: aún con anterioridad al arroz con leche con frutas  o el omelette dulce, no puede faltar una vigorosa sopa de verduras.
Lo DULCE en forma de hidratos de carbono, en realidad es la parte principal del almuerzo: ya sean papas, fideos, cereales de todo tipo, o sobre todo la multiplicidad de las verduras. Aunque en la boca no posee un sabor dulce, de otro modo rápidamente nos quitarían al apetito, en el organismo empero  en la mayor medida posible, son transformados en azúcar. Quien produce su azúcar a partir del almidón en el organismo ¡es fuerte realmente! El hecho de que los niños en crecimiento lo aprendan a realizar, es la misión educativa principal en los primeros siete años de vida.
Los tipos y formas de cereales que se servirán en la mesa, es sobre todo una cuestión de la preparación, dado que también un grano integral de centeno de «pesada digestión» puede ser preparado de manera tal que es rico y digerible, mientras que la harina blanca «fácilmente digerible», mediante la preparación y los correspondientes agregados, pueden convertirse en lo opuesto. Para los ojos y los oídos infantiles es importante que los alimentos tengan un aspecto ‘’alegre’’ y tengan un nombre sonoro. Naturalmente los espaguetis y las papas fritas cumplen ese requisito en medida mucho mayor que una desolada montaña de granos integrales de cereal, que además son recomendados como marcadamente saludables y además, producidos biológicamente.
Estos dos criterios de selección corresponden estar en la mente de la cocinera y no en la mesa del niño, dentro de su fundamental confianza, parte del hecho de que el alimento que le es ofrecido posee valor pleno y es requetesaludable, como la leche materna. Todas las afirmaciones adicionales delimitan y ocasionan más bien lo contrario.
El niño pequeño ama aquello que para él ha sido preparado con amorosa entrega. Esto, empero, en toda clase de sociedad es realizable con dificultad excepcional, hecho que ya requiere del niño una reversión incipiente de sus expectativas corporales anímicas, a favor de la comunidad.
El valor de los cereales y de las verduras se encuentra en sus materias contenidas, cúmulo que hasta la actualidad no ha sido plenamente investigado (tales como sustancias vegetales secundarias), presentes dentro de una composición económica muy armoniosa. Cada verdura no solamente es una multivitamina dadora de sustancias multiminerales, sino a su vez una «sinfonía orgánica». El cúmulo global de colores, olores y formas sobre el plato proviene del mundo de las plantas y en medida cada vez  mayor es descubierto como cultivo preventivo de la salud.
Las verduras livianas, tales como zanahoria, zuchini, pepinos, hinojo, brócoli, por cierto que deberían tener un lugar de privilegio en la alimentación infantil, sin desplazar empero los tipos de verdura algo más trabajosos en su preparación, como ser la remolacha y los tipos diversos de repollo. Lo mismo acontece con los diferentes tipos de cereales. Existe gran cantidad de productos preelaborados en mayor y menor medida que son ampliamente valiosos y saludables, pudiendo ser preparados rápidamente: termo-cereales (Korn-fix), bulgur, cuscús, polenta, copos, etc. también los fideos pueden ocupar su lugar, siendo empero ya tan preelaborados que no requieren mayormente ser masticados – muy cómodos y en realidad, un alimento para “guerreros cansados”. La papa debería ocupar su lugar en el calendario alimenticio, en igual medida que las demás verduras. Debe presentarse con mucho calor (recalentadas es ventajoso), acompañadas por buenas grasas (manteca, aceite de girasol) y condimentos aromáticos (hinojo, comino, mejorana), puré de papas, albóndigas, tortillas. De otro modo, seguirán siendo desplazados por los cereales tan ricos en fuerzas de luz y de orden en sustancias minerales y fibras y “resistencia del masticado”.
¿Es bueno que los niños tengan un postre? Esta costumbre proviene de una alimentación unilateralmente carnívora y equipara la eventual carencia de hidratos de carbono. Una comida constituida por cereales y verdura, no requiere del postre – en ocasión del consumo del grano integral, el azúcar más bien es molesto y puede conducir a ventosidades.
Un descanso al cabo de la comida es aconsejable y no siempre tiene que  tratarse de acostarse y dormir. Ese objetivo lo cumple asimismo el descanso sensorial, el momento para soñar, un juego liviano o un paseo. Un lema popular lo indica perfectamente: “la barriga llena no quiere estudiar”.

 

Michael Kassner
Traducción:   Ana María Rauh