Continuamos tejiendo hilos invisibles.

Los niños  han llegado a la cumbre de la niñez, y desde allí miran el mundo grande y profundo. Como si corrieran una finísima cortinita de sus ojos del alma, ahora ven su entorno diferente, como nunca lo habían visto. Bosques oscuros, senderos desconocidos, caminos curvos e inciertos forman parte de ese mundo. Los niños sienten miedo, soledad, incomprensión, dolor en el pecho. En ese mundo también hay praderas floridas donde se regocijan y  respiran pudiendo continuar con esperanza. Gran misión la de los adultos que acompañamos a esos  niños. Debemos ofrecerles un mundo que deseen conocer. 

En las labores de cuarto grado, el trabajo propuesto fue para acompañar lo que habita  en el alma de estos niños. El invitado especial fue el Señor Punto Cruz que ayudó a cruzar el puente con firmeza y seguridad. 

Comenzaron con trabajo de formas. En ese ejercitar, la mano se esmera trazando cada recta, cada cruce, encontrando el ritmo en la repetición y dejando huella. Estimulando la imaginación  al ser creador y artístico de cada niño por medio de un paciente descubrimiento: la armonía, la belleza, las proporciones, el equilibrio. 

Los niños después de  escuchar un relato realizaron un dibujo que luego plasmaron con cruces  en una hoja con cuadraditos. El proceso continuaba en un cartón, con aguja y lana  comenzaron el punto cruz  y al finalizar, llegó la Panamina y las lanas que habían elegido. Los niños realizaron el dibujo sobre la Panamina  y  ya estaban listos para comenzar. 

Los trabajos dormirán, otros comenzarán, confiemos, todos tendrán sus cartucheras para transitar el quinto grado, guardando los lápices y su amada lapicera en ellas.