
En el Jardín, el momento del cuento es un momento muy especial y
esperado, es el final de la jornada y con ese regalo en el alma, regresan
a casa.
Algunos de estos cuentos seleccionados son los cuentos de
repetición. La estructura de estos cuentos es muy sencilla: niña o
animal salen de su casa y se encuentran con diversos personajes a los
que siempre piden lo mismo, hasta que lo consiguen y vuelven a casa o se
resuelve el asunto. Es una pequeña aventura repetitiva con final feliz.
Los niños fácilmente pueden seguir los sucesos y prestarles la
suficiente atención como para captarlos con éxito. Las continuas
frases que se repiten, estimulan su memoria y les ayudan a adquirir un
nuevo vocabulario.
A nivel emocional, el final de las narraciones, una vez que han sido
superado los inconvenientes, les aporta autoconfianza, persistencia y
valor. Aunque en estos cuentos no hay imágenes simbólicas tan
profundas como en los clásicos cuentos de hadas: La bella
durmiente, Cenicienta, etc., sí contienen valores humanos básicos . En
ellos encontramos mensajes que aluden al interés por el otro, a la
generosidad, la aceptación de uno mismo, la responsabilidad, etc.
También podemos notar el efecto positivo que ejercen estos cuentos
a nivel fisiológico. La respiración se vuelve cada vez más calmada y
regular, y los niños se relajan y serenan.
En los jardines Waldorf se trabaja con el mismo cuento durante dos,
tres y hasta cuatro semanas, y los niños lejos de aburrirse, tienen la
oportunidad de ahondar en las imágenes y de impregnarse de ellas.
La experiencia, a lo largo de los años, demuestra que cada día ese
cuento les gusta más. A veces somos nosotros los que desde nuestra
visión de adultos queremos variedad, porque la cultura del consumo nos hace creer que si no es así, nos vamos a aburrir. Hoy en día con el bombardeo sensorial que nos propone la televisión y otra pantallas,
cada vez les es más difícil a los niños el poder reposar en las calmas
imágenes de un cuento sencillo. Si un niño necesita exceso de
variedad, si no soporta que se le repita un cuento, si analiza
racionalmente su contenido tildándolo de mentira, si pide cuentos de
acción porque estos les resultan infantiles, pues con más razón ese
niño necesita a gritos de este tipo de cuentos. A través de éstos,
podemos conseguir que recupere su alma de niño, que pueda volver a
sorprenderse con la inocencia propia de la infancia.
Para este momento tan especial, el tener pequeños ritos y
costumbres, tener un lugar protegido, encender una vela, cantar o
recitar un versito y hacerlo siempre a la misma hora, ayuda a entrar
en el ambiente mágico que irradia el cuento.
Bibliografía: “Cuentos para ver, oír y sentir” Tamara Chubarovsky
“Cuentos para chiquitines” Heidi Bieler
Patito ensaya su voz.
Erase una vez un patito muy gordito, que deseoso de conocer mundo, se escapó un día de su casa. Andando de un lado para otro se encontró a un gatito.
-¡Miau!- dijo Gatito.
-¡O-o-oh! -exclamó Patito-. Me parece que yo también lo puedo decir.
¿Pero creéis que Patito dijo ¡Miau!?
¡De ningún modo!
Lo intentó, pero lo más que llegó a decir fue:
-¡Miac!, ¡miac!
Lo que no sonaba nada bien.
Entonces Patito se fue, balancéandose como siempre al andar, y al cabo de un
rato se encontró a un perrito.
-¡Guau!, ¡guau!- dijo Perrito.
-¡O-o-oh! -exclamó Patito-. Me parece que yo también lo puedo hacer.
¿Pero creéis que Patito dijo ¡Guau, guau!?
¡De ningún modo!
Lo intentó, pero lo más que llegó a decir fue:
-¡Bac!, ¡Bac!
Lo que no sonaba nada bien.
Entonces Patito se fue, balancéandose como siempre al andar, y al cabo de un
rato vio a un pajarito en un árbol.
-¡Tuiiit-tuiit-tuiit-tuiit!- dijo Pajarito Amarillo.
-¡O-o-oh! -exclamó Patito-. Me parece que yo también lo puedo cantar.
¿Pero creéis que Patito cantó ¡tuiit-tuiit!?
¡De ningún modo!
Lo intentó lo mejor que pudo, pero lo más que llegó a cantar fue:-¡Tuac!, ¡tuac!
Lo que no sonaba nada bien.
Entonces Patito se fue, balancéandose como siempre al andar, y al cabo de un
rato vio a una vaca.
-¡Mu-u-u!- dijo doña Vaca.
-¡O-o-oh! -exclamó Patito-. Me parece que yo también puedo mugir así.
¿Pero creéis que Patito pudo decir ¡Mu-u-u!?
¡De ningún modo!
Lo intentó lo mejor que pudo, pero lo único que consiguió fue:
-¡Me-ec!, ¡me-ec!
Lo que no sonaba nada bien.
Entonces Patito se puso muy triste.
No podía decir Miau, como Gatito.
No podía decir Guau-guau, como Perrito.
No podía decir Tuiit, Tuiit, como Pajarito Amarillo.
No podía decir Mu-u-u, como doña Vaca.
Y siguió andando despacio, balanceándose como siempre.
Al cabo vio a su madre, a Mamá Pata, que había salido en su busca.
-¡Cuac!, ¡cuac!- gritó Mamá Pata
-¡O-o-oh!- se dijo para sí alegre Patito-. Éste es el sonido más bello de todo el mundo.
Me parece que yo también puedo hacerlo.
Y entonces vio que podía decir:
-¡Cuac!, ¡cuac!
Y lo hacía muy bien