Cada noche, desde la siembra el jueves 21 de mayo, observamos la luna. Y así como la vimos crecer, vimos el milagro de la vida… Los primeros brotes, la vida se abre paso, con fuerza desde las profundidades. Con ojos de sol iluminamos la tierra y vemos el milagro de la vida.

“Una semilla escondida
estaba bajo la tierra,
en su cáscara vestida
se encontraba prisionera.

Un día llegó hasta ella
un lindo rayo de sol.
¡Arriba! ¡Arriba, semilla!
Aquí te traigo calor.

Pero buen rayo, no puedo
aunque escucho tu palabra
su supieras cuánta falta
me hace un poco de agua.

Y el rayito fue hasta el cielo
a avisar a su papá.
Y el sol inmediatamente
mandó una nube hasta allá.

El agua le dio frescura,
tibieza la luz del sol,
oscuridad la tierra,
perfume, el aire dulzón.
Y la planta agradecida,
en trigo dorado se convirtió.”

Y con un pequeño gesto,
todo comenzó:
una manito en la tierra
un brotecito bien verde
unos ojitos tiernos
esperando todo el invierno.

(verso final: Florencia, maestra de tercero)