
Un nuevo año. Todo empieza a parecerse a lo que fue, aunque todo es nuevo también. Hemos de recrearnos, luego de el gran desafío vivido como comunidad y como humanidad. Aquí estamos, retomando y recreando el ritmo, siempre en pos del sano desarrollo de niños y niñas.
«En el campo las espigas, maduraron bajo el sol.
Y a la espera de la siega, pasa raudo un ventarrón.
Buen campesino, despierta y comienza tu labor.»
Al son de la música de cada mañana fuimos preparando el alma para amasar el fruto de la tierra, del trabajo humano que transformó las semillas en harina: el pan. A compartir con simpleza y amor. Nada más profundo y humano que compartir el alimento, con la conciencia del trabajo que hay detrás, conciencia que proviene de haber sido parte de ese trabajo, de ese proceso natural y cultural.
Y compartirlo para prepararnos para la Pascua. Pesaj, que significa Paso. El paso del verano al otoño, del afuera al adentro, de la cosecha al alimento… Dar el paso. Un paso hacia ser más humanos, más comprensivos, más amables… Invitamos en nuestra fiesta a los niños y niñas a pensar y sentir qué paso cada cual quisiera dar en su vida: desde lo más pequeño (poder escuchar mejor a la maestra, animarme a acercarme a un amigo con el que estoy enojado, intentar ser más paciente, etc).
Tal vez nosotros como adultos también podemos tomarnos un momento para pensar qué paso queremos dar. Y al igual que niños y niñas sentirlo en el corazón y activar la voluntad en esa dirección.
Que todo lo bueno, lo bello, lo verdadero y lleno de luz resurja en cada uno de nosotros.
Feliz Pascua de Resurrección, queridas familias!