El jueves 23 de marzo, en la Espiral de la mañana, segundo grado representó con belleza, simplicidad y calidez una adaptación del cuento que compartimos a continuación.

Además, quinto y sexto grado, primero y sus madrinas y padrinos de séptimo grado, participaron  de una propuesta de la asociación argentina de origami para plegar 30mil mariposas, que fueron a decorar la FADU y el Museo de la Memoria.

 

«Mariposas en vuelo»

La abuela Sofía llegó esa tarde con paso cansado. Su nieto la esperaba jugando debajo de la higuera. Como todas las tardes en que mamá no estaba en casa, la abuelita iba a cuidarlo. Él escuchó cómo entraba en la cocina y prendía el fuego. Seguramente estaría calentando el agua para hacer dos ricas tazas de mate cocido con miel, acompañadas por sus clásicos buñuelos de manzana. Fue corriendo a ayudarla, luego juntos, despacito, pasito a paso, volvieron debajo de la higuera para compartir la merienda, en esa tibia tarde de otoño. La abuela estaba silenciosa, tenía la mirada cansina, mientras bebía de su taza de a sorbitos. Hacía poco tiempo, varias de sus amigas, ya muy ancianas, habían partido y eso la ponía triste. De pronto, una mariposa naranja hermosa y enorme, se posó sobre su cabeza, que estaba cubierta con su pañuelo blanco que siempre la protegía. La abuela no veía a la mariposa, sin embargo sonrió como si ella le estuviera contando un secreto. La abuela Sofía miró a su nieto y le dijo: “Te cuento una historia…¿Sabés que hace mucho tiempo, cuando alguien dejaba la tierra, volvía cada año de visita con alas de mariposa a revolotear entre sus seres queridos, llenando el aire de colores y protegiendo a sus amigos y familiares amados?». El tiempo se suspendió en un gran silencio…»Pero yo hace tiempo que no veo a ninguna mariposa cerquita mío…”. Antes de que su nieto le pudiera avisar que allí mismito, sobre su cabeza, estaba la mariposa más linda que él hubiera visto, una brisa fresca trajo un sonido especial: el aleteo de muchísimas alas, que anticipaba que eso que se divisaba a lo lejos era una bandada de cientos de mariposas: naranjas, blancas, amarillas, verdes y tornasoladas, con puntitos y rayas. Se acercaron velozmente hasta la copa de la higuera. La abuela, sin dejar de mirar al cielo, se puso de pie estirando sus brazos y manos arrugadas hacia arriba. Las mariposas bajaron y revolotearon rondando a su alrededor, en una danza que la abrazó y envolvió.

Finalmente, así como llegaron, se marcharon, dejando el aire cubierto de su polvo dorado y la melodía tintineante de su aleteo. La abuela no paraba de reírse y con gran felicidad exclamó: “¡Vinieron a verme!” Desde aquel día, el niño espera siempre la visita de las mariposas, que vuelan en ronda, siempre tan valientes, alegres y cuidadosas.

Ana Inés Isnardi (maestra de la Escuela de la Aurora de Quilmes) «Rueda, rueda la ronda la plaza llena de mariposas como pañuelos blancos se van posando de rosa en rosa.» (extracto de la canción “Plaza de Mariposas” de la banda de Las Corbatas)