Sexto grado

La geología, o mineralogía ayuda a los niños y niñas que atraviesan la pubertad a conectarse con la sustancialidad de la Tierra. Los animales que fueron estudiados en cuarto grado son irresistiblemente atractivos; las plantas, estudiadas en quinto grado, los captan con su belleza y fragancia; pero el mundo mineral espera, y el mismo niño  de sexto grado debe esforzarse para penetrar sus secretos. No hay nada como la mineralogía para despertar el alma aletargada de la pubertad.

En la pubertad, en el umbral de los primeros años de la adolescencia que marca el nacimiento de la vida interior independiente del niño, una experiencia signada tanto por pena como por alegría, aparece la polaridad del “interior” y el “exterior”, del “yo” y el “mundo”. Las propuestas pedagógicas intentan acompañar esta nueva etapa. Como maestros construimos también sobre las habilidades de observación desarrolladas por los niños y niñas en cuarto y quinto grado, que ahora les sirven para bosquejar y pintar formas del mundo mineral.

La cualidad “Romana” del sexto grado demanda que cada materia estudiada tenga una aplicación práctica—¿qué puede hacer la gente exactamente con ésto? ¿Cómo afecta ésto al mundo?

Hacia adentro, el nuevo mundo que surge. Hacia afuera, el interés por el otro y por el mundo, y el universo más allá. Partiendo desde la observación de las fases de la luna, que comenzó en tercer grado, y del seguimiento del movimiento del sol (y el registro de los puntos cardinales) en cuarto, sumamos ahora la observación de las estrellas y los planetas que podemos observar sin instrumentos. Desde estas experiencias vivenciamos la teoría geocéntrica, que mejor representa la vivencia del alma humana:

«Yo, ser humano,
Como centro.
El cielo estrellado, 
el sol y la luna,
girando en torno a mí«.

Ya desde lo teórico, estudiamos la teoría reinante: heliocéntrica. Repasamos la configuración del sistema solar y la relación de los planetas con las divinidades griegas y romanas que tan profundamente conocimos a través de los relatos. Ahora, se ordenan, y en su forma y movimiento reconocemos las cualidades de esas energías.

El sol: Para los sabios de la antigüedad, el sol representaba al Ser espiritual supremo. Fuente de vida, calor y movimiento. Tenemos la vivencia del sol como fuerza de vida. Y del estudio de las ciencias, descubrimos la luz y el calor afuera, en el sol y adentro en el núcleo terrestre. Así también lo sentimos en nosotros mismos.

Ciencia y esencia. No puede haber lo uno sin lo otro.

Así está escrito hace 2300 años en el templo de Apolo, en Delfos:

«Oh, ser humano, conócete a tí mismo» y conocerás el Universo.

Platón pone esta frase en boca de Sócrates en sus diálogos. También es una de las recomendaciones de Don Quijote a Sancho.

Conocernos para conocer. Conocer para conocernos. Así vibra el alma de niños y niñas de 12 años. Y en la escuela  intentamos presentar todas las materias a la luz de esta polaridad, de forma tal que todo lo aprendido pueda afirmar y celebrar esta nueva etapa de vida.

Maestra Florencia

Con aportes de: Tierra y Cielo: El Estudio de las Ciencias en Sexto Grado, por Eugene Schwartz