
Nuestras ovejitas salieron a pasear… Y la maestra Andrea que llegó muy tempranito, las agarró salticando por la escuela.
En su honor… Ahí va el cuento tan querido de los niños y niñas de jardín
Había una vez tres cabritas. Las tres eran hermanas y todo el mundo las conocía como las cabritas traviesas.
Un buen día de otoño decidieron subir al monte para comer hierba verde y fresca del prado. Para llegar al monte era necesario atravesar un riachuelo muy caudaloso por un pequeño puente de piedra y madera.
Debajo de aquel puente vivía un gigante grandote y feo, con dos ojos enormes como sandías y una nariz más parecida a una morcilla que a otra cosa.
Un buen día de otoño decidieron subir al monte para comer hierba verde y fresca del prado. Para llegar al monte era necesario atravesar un riachuelo muy caudaloso por un pequeño puente de piedra y madera.
Debajo de aquel puente vivía un gigante grandote y feo, con dos ojos enormes como sandías y una nariz más parecida a una morcilla que a otra cosa.
La primera cabrita en atravesar el puente fue la más pequeña. Sus pezuñas resonaban sobre las tablas del puente, trip, trip, trip.
¿quién osa cruzar el riachuelo por mi puente?
-Refunfuñó el gigante.
Tripi, tripi, trip
-Soy yo, la más pequeña de las cabritas – dijo con una vocecita dulce -Voy al monte a comer pasto verde y fresco.
-Pues yo soy un gigante glotón y esta noche te comeré para cenar- contestó el gigante.
-
Oh, no, no, no! No me comas. Espera a mi hermana. Ella es mayor que yo y te dará más provecho – dijo la pequeña cabrita.
Esto convenció al gigante, así que dejó pasar a la cabrita más pequeña que, contenta y feliz, subió al monte, tripi, trip, trip.
Poco despues atravesó el puente la cabrita mediana y como su hermana, sus pezuñas resonaban sobre las tablas del puente, trapa, trapa, trap.
¿Quién osa cruzar el riachuelo por mi puente? – volvió a refunfuñar el gigante.
Trapa, trapa, trap
-Soy yo, la mediana de las cabritas- dijo con una vocecita más fuerte que la de su hermana- Voy al monte a comer pasto verde y fresco.
-Pues yo soy el gigante glotón y esta noche te comeré para cenar- contestó el gigante.
-
Oh, no, no, no! No me comas. Espera a mi hermana. Ella es mayor que yo y te hará más provecho-dijo la cabrita.
Esto convenció al gigante, así que dejó pasar a la cabrita mediana que, contenta y feliz, subió al monte, trapa, trapa, trap.
Poco después atravesó el puente la cabrita mayor y, como sus hermanas, sus pezuñas resonaban sobre las tablas del puente, tropo, tropo, trop.
-¿Quién osa cruzar el riachuelo por mi puente?
-Refunfuño el gigante.
Tropo, tropo, trop
-Soy yo, la mayor de las cabritas, dijo con una voz muy gruesa-Voy al monte a comer pasto verde y fresco.
-Pues yo soy un gigante glotón y esta noche te comeré para cenar- contestó el gigante.
-¡Ven aquí si te atreves! Tengo dos cuernos duros como la piedras y con mis patas te atravesaré hasta los huesos.
Y sin dar tiempo al gigante, la cabrita se lanzó sobre él haciéndole caer al torrente. La corriente era tan fuerte que se lo llevó río abajo y del gigante, nunca más se supo.
Y las tres cabritas, tripi, tripi, trip, trapa, trapa, trap y tropo, tropo, trop, comieron, arriba en el monte, una hierba verde y fresca como no os podéis imaginar.
Tanta hierba comieron que apenas pudieron llegar a su casa de tanto que les pesaba la panza.
Y por aquí una col y por aquí un nabo y este cuento se ha acabado.