Si hemos de considerar la etapa evolutiva en la que se hallan los niños de diez u once años, nos ayudará una analogía con la historia.
Sería un error asumir que los seres humanos siempre han pensado lógicamente, intelectualmente, como hacernos ahora. De hecho, existe un punto muy concreto en el tiempo en que empieza el pensar lógico tal corno lo conocemos, cuando empieza la interrogación científica tal como la conocemos, cuando aparece el pensar racional, la especulación, el análisis. La época en que emerge la facultad del pensar racional y lógico es la de antigua Crecia, la época de los filósofos griegos Sócrates, Platón, Aristóteles.
Civilizaciones más antiguas, la India, Babilonia, Egipto, e incluso la misma Grecia antes de la era de la filosofía, cultivaban una facultad distinta. En la India, Babilonia o Egipto el mito era una explicación válida del mundo, de los fenómenos naturales, como lo es la explicación científica para nosotros hoy en día. Hoy, cualquier mito o historia de dioses, héroes y monstruos se consideran un desbordado deambular de la fantasía. Pero un verdadero mito de la antigüedad es algo que contiene imaginación poética, y también su propia lógica. Podría decirse que en las antiguas civilizaciones, esas dos facultades, la imaginación y la lógica, no estaban todavía separadas, eran una unidad. Los filósofas griegos, los primeros pensadores racionales, lógicos, aparecen en un determinado momento del tiempo, simplemente porque esa es la época en que la imaginación y la lógica se separaron y se convirtieron en funciones independientes del alma humana. Es también la época en que emerge la poseía como un arte por sí mismo.
Ahora bien, lo que tuvo lugar en la historia humana a gran escala tiene su contrapartida en el desarrollo del ser humano individual. En torno a los once o doce años se produce un comienzo de separación entre la imaginación y la lógica.
Ello se muestra, por ejemplo, como curiosidad. Algunos niños quedan fascinados por los hechos, cualquier tipo de hechos, de la ciencia, de la geografía o de la historia. Lo vemos de muchas maneras: algunos niños empiezan a discutirlo todo. Les encanta discutir por discutir, pero en realidad no es otra cosa que un nuevo juguete que acaban de descubrir y les gusta jugar con él.
Otra faceta de este desarrollo es un incrementado sentido de la propia personalidad: un niño en esta etapa tiende a decir: «Me gusta esto» o “no me gusta aquello” con gran énfasis, ya no son las simpatías o antipatías de los niños más pequeños.
Incluso las travesuras de los niños en esta edad son distintas. Los niños más pequeños pueden ser traviesos porque no pueden hacer otra cosa, siguen un impulso que son incapes de controlar. Pero los niños de once o doce años son traviesos mucho más deliberadamente. Es corno un experimento científico: “¿Hasta dónde puedo llegar?». Y todo eso está relacionado con el proceso de despertar. Para la aparición de la lógica, esta separación de dos caminos entre la lógica y la imaginación, es un despertar. En las travesuras deliberadas, en el discutirlo todo, en el intenso sentido de la propia importancia de uno mismo, en la curiosidad, en todo ello el niño experimenta un despertar, como si saliera de un sueño.
Pero hay algo que hemos de tener en cuenta. Esta etapa es solamente el inicio del proceso, todavía no se ha completado. Si a este nivel le damos a los niños simplemente hechos, los meros hechos de la ciencia o de la geografía, entonces no estaremos ayudando en la evolución que está teniendo lugar en el niño. Ellos necesitan los hechos, quieren los hechos, pero han de estar vinculados entre sí de un modo que todavía satisfaga en el niño el sentimiento, la imaginación, la poesía. Démosles solamente los hechos y su imaginación y capacidad creativa original se marchitarán o extinguirán.
Por eso la clase de botánica se expuso en la forma que aquí se ofrece. Las plantas se presentan en la secuencia del sistema evolutivo, comenzando por las formas vegetales inferiores, hongos, algas, que carecen de flores, polen o semillas, y va ascendiendo hacia las plantas de flor.
Pero la idea de la evolución, de plantas superiores o inferiores, carecería de sentido para el niño. Hay que acercarla a ellos comparando las familias de las plantas con su propio desarrollo. Comparando a los hongos con los bebés más pequeños, las algas con los niños que empiezan a dar sus primeros pasos, las monocotiledóneas con los primeros años en el colegio. Con estas analogías se introduce a los niños al concepto de evolución (aunque nunca mencioné la palabra ante ellos) de un modo que los hace conscientes de su propia evolución, de su propio desarrollo, algo que ellos pueden sentir, no meramente saber. Naturalmente, esas analogías contienen un elemento de imaginación, son analogías poéticas, pero eso es exactamente lo que todavía necesita el niño.
También he de decir algo sobre el lugar que ocupa la botánica en el currículum o plan de estudios de la escuela. En ciencia procedemos igual como en geografía, es decir, empezamos con lo más cercano y luego nos vamos alejando progresivamente. En geografía empezamos con la ciudad local, luego con el país local, luego con los países vecinos, el continente y luego los otros continentes. En ciencia empezamos con el reino más cercano al ser humano, el reino animal, a los nueve o diez años (cuarto curso). Luego abordamos el reino vegetal a los diez y once (quinto curso). El mundo mineral, es decir, geología y los primeros pasos de física llegan a los once, doce años (sexto curso). La física y la química se imparten entre los doce y los catorce años (séptimo y octavo cursos). La mecánica que es lo más alejado de nuestro sentimiento, llega a los catorce años (octavo curso).
Charles Kovacs