“Una voz no se siente únicamente por lo que tenga de sonoridad, sino que a través de ella se capta algo que es mucho más íntimo que el sonido”
Rudolf Steiner
Una madre que le canta a su bebé, unas palabras mágicas y sanadoras para una rodilla lastimada, un cuento antes de dormir….
En todas estas imágenes descubrimos a la palabra como herramienta transformadora y sanadora.
Desde pequeños hacemos un gran esfuerzo para llegar al lenguaje; lenguaje que nos hace alcanzar la humanidad. Ejercitamos desde el primer día las funciones motrices de nuestro cuerpo: la coordinación de ojos y manos, el erguirse, el caminar (que produce los contornos fuertes del lenguaje), la motricidad más fina de manos y dedos (que determina la modulación y la forma plástica de las palabras). Luego de ese proceso donde se trabaja la musculatura del cuerpo entero surge como un hito trascendente la articulación de los sonidos del habla.
Cuando el niño aprende a formar sonidos está trabajando al mismo tiempo en la formación del cerebro. Ahí se genera la base de la posterior inteligencia.
Los adultos influenciamos directamente en este proceso con nuestra palabra hablada, ya que con ella actuamos sobre la corporalidad del niño que devendrá en desarrollo anímico y espiritual.
Y así este “hombre movimiento” sigue en su gesto de acción y apertura al comunicarse con el otro.
Cada sonido del habla que emite es acompañado por un movimiento que afecta toda su musculatura de la cabeza a los pies.
A su vez el oyente responde al mensaje recibido con los mismos “delicados movimientos que el parlante inconscientemente realiza, igualmente de la cabeza a los pies”, creándose así una danza dialéctica.
La comunicación a través del habla lleva consigo la integración de todo el cuerpo.
¿Qué sucede entonces con los niños que están expuestos en exceso a los sonidos de aparatos electrónicos? Estos niños escuchan voces, sonidos, palabras sin percibir al ser humano que los produce. Con su organismo sensorio no perciben un “yo” detrás de ese contenido, perdiéndose así la cualidad formativa del lenguaje.
Asimismo las imágenes que el niño percibe de la pantalla tienen una cualidad totalmente distinta a las imágenes surgidas de su interior como acto creador. Son imágenes prefabricadas que coartan la fuerza creadora de imágenes, que posee el niño en su interior. Estas últimas son de enorme importancia para el desarrollo del lenguaje.
Los niños nos perciben. Apenas la voz de un ser humano entra en contacto con un niño, esa voz revela más de su personalidad que su cara, color de ojos o de piel. Su voz revela su “verdad”, su esencia.
“SOLO UN YO REALMENTE PRESENTE DESPIERTA A SU VEZ AL YO DEL NIÑO”.
Bibliografía: “El organismo sensorio”. Willi Aeppli.
“La infancia enmudece”. Rainer Patzlaff.
“Andar, hablar, pensar”. Rudolf Steiner.